Esos primeros pasos con los que los peques se estrenan en el inicio de la marcha. Los balbuceos que señalan ese lenguaje que dará paso a las primeras palabras. Ambos son los dos grandes acontecimientos del desarrollo infantil durante los primeros años de vida. ¿Qué tiene a ver en ello las emociones?

Se denomina al periodo comprendido desde el nacimiento hasta los 3 años como Primera Infancia por ser la etapa en que se adquieren todas las destrezas básicas que el ser humano necesita para obtener la plena autonomía. La evolución de la marcha va a permitirle llegar y alcanzar todo aquello que esté a su vista. El desarrollo del lenguaje y por tanto la capacidad del habla le va a permitir nombrar todo aquello que perciben sus sentidos y poner palabras a sus deseos y necesidades. Como sabemos las emociones son esenciales en la gestión de los estímulos que percibimos, activando sensaciones de malestar o placer. De ahí que las emociones tengan un papel destacado en todos y cada uno de los progresos que se vayan dando en este tiempo. Así mismo, el devenir de los acontecimientos del día a día nos activa sentimientos que irremediablemente actúan en nuestros comportamientos y también en nuestras relaciones, especialmente entre padres e hijos.

Os propongo que me acompañéis en la historia de Berta para comprender cómo sus emociones pero sobre todo, las de sus padres, han influido en su desarrollo y en concreto en el inicio de la marcha y del lenguaje.

UNA HISTORIA LLENA DE EMOCIONES

Berta tenía 14 meses cuando llegó la consulta de Eva y Luís. Su hija aún no andaba y no parecía tener ninguna intención de hacerlo. ¿Qué estaba pasando?

Eva guardaba un buen recuerdo del nacimiento de su hija, era una niña altamente deseada, con una gestación sin sobresaltos y un parto a término sin complicaciones. Durante sus primeros días esa placidez fue su característica principal, se enganchó a la teta con facilidad aunque durante el primer mes no perdonaba ni una toma cada 3 horas, a partir de entonces fue demandando menos por la noche hasta permitir que mamá y papá durmieran de un tirón. A Berta sus padres la describen como una niña tranquila, poco llorona y que responde sin demasiada prisa a las carantoñas que le hacen los mayores. Luís explica que nunca en estos 14 meses han dejado a Berta con nadie, les asusta que les eche de menos así que cuando Eva se incorporó al trabajo tras la baja maternal, él se quedó en casa a cuidar de su hija.

En casa de Berta, Eva y Luís suena una tenue música de piano mientras disfrutan jugando juntos, aunque en ciertos momentos Eva y Luís se miran sin saber muy bien que hacer. Berta se puede pasar largo tiempo sentada en el suelo encajando piezas, su juego favorito. También cogiendo y soltando los objetos que le dan papá y mamá pero pocas veces pide algo que no esté a su alcance.

Hacía unas semanas que los padres de Berta estaban más permeables a su propio mundo emocional y ello contribuía  a que no estuvieran tan atentos a su hija. La madre de Eva había recaído de un cáncer y se temía por su vida, ello hacia que en algunos momentos no pudiera contener el llanto incluso estando ante la niña. Además, la empresa de Luís estaba con reestructuración de plantilla y ya no podría trabajar desde casa debiendo reincorporarse en pocos meses a la oficina.  Todo ello alteraba su vida afectando a su felicidad.

FASES INICIO DE LA MARCHA

Hay dos hechos que destacan en la historia de Berta y su familia. Por un lado un tiempo de  bienestar casi de absoluto sosiego y quietud como esa melodía de piano que sonaba en su casa cuando nos imaginamos la vida de Berta. Y otro, más tortuoso que se desbordaba por momentos cuando Eva y Luís compartían sus inquietudes e incertezas, en definitiva cuando podían expresar sus miedos, enfados, tristezas,…

Cuando un bebé nace ya trae mucho desarrollo neuromotor pero sobre todo llega con un gran desarrollo emocional al que poner consciencia, a eso llamamos pensamiento y voluntad. En los primeros días de vida deberá aprender a alimentarse, a confiar en si mismo y en los demás, a regular su ansiedad.  En definitiva, a adaptarse a un medio nuevo, desconocido y tan distinto al entorno uterino del que viene. Esta circunstancia conlleva esa necesidad de tiempo de reorganización funcional fisiológica durante la cual el recién nacido permanece en posición estática. A esos primeros ajustes vitales seguirá una estabilidad que permitirá el inicio de habilidades motoras llenas de intencionalidad. A las cuatro semanas su cuerpo ya se ha estabilizado y a partir de entonces podrá levantar la cabeza cuando le pongamos en posición supina y voltearse buscando la mirada de sus cuidadores o de aquellos objetos que atraigan su atención.  En pocos meses, el  sistema neuromotor adquiere la suficiente tonicidad para que el bebé pueda incorporarse y no quiera ya permanecer tumbado. Todo un mundo se abre ante sus ojos, su curiosidad y su inquietud social harán que día a día aumente el tiempo en que permanezca en posición sedente.

Emociones-desarrollo-marcha-lenguaje

La actividad de un bebé a las 28 semanas ya suele ser frenética. Su curiosidad por los objetos que le rodean es enorme y ya no sólo querrá verlo todo, sino que ahora también querrá tocarlo. Esa curiosidad aumentará su actividad facilitando el fortalecimiento de sus extremidades inferiores. Y, ya no solo querrá verlos y tocarlos, va a querer alcanzarlos.  De ahí que hacia las 40 semanas la maduración motriz avanza hasta mostrar interés por la posición vertical desde la que su vista va a llegar mucho más lejos.

Muchas son las voces que debaten sobre la necesidad o no del gateo en el desarrollo psicomotor. No obstante, los descubrimientos de Emmi Pikler, pediatra que dirigió en los años 50 el Instituto Loczy de Budapest y creadora del método basado en “el movimiento libre” , han permitido conocer la importancia de respetar el propio proceso de movilidad de cada niño a partir del vínculo afectivo que se construye entre éste y sus cuidadores. Para Pikler, “(…) El caminar como conducta preponderante es propia del segundo año de vida. Se observa, cuando el desarrollo motor se organiza en forma autónoma entre los 13 y los 21 meses. Caminar, representa un salto cualitativo en el desarrollo del ser humano. El niño camina no sólo porque cuenta con un repertorio biológico innato, sino también porque lo hacen los seres humanos que viven a su alrededor. Esta conducta pone de manifiesto tanto el nivel de los procesos madurativos y de la organización funcional, como el de los procesos psicológicos de individuación e identificación, asociados, a un deseo profundo de desarrollarse y crecer…

Volvamos a la historia de Berta. Si partimos de estas palabras, podemos apreciar que a sus 14 meses se encontraba al inicio de la franja de edad en la que sería previsible que sintiera interés por ponerse de pie. Pero la actitud de Berta no parece que sea muy activa en este sentido. A ella le gusta estar tranquila y arropada por papá y mamá. De hecho, esa ha sido su experiencia de vida. Habría que tener paciencia y esperar a que se active su curiosidad por desplazarse y hacerse mayor. Pero hay un hecho que debemos considerar y es ese momento emocional en el que se encuentran sus padres. Veamos:

– Sabemos que Berta es una niña tranquila ya desde antes de su nacimiento de ahí que esa tranquilidad forme parte de su esencia y sea la base de un temperamento que marca un ritmo de desarrollo sin pausas pero también sin prisas. Bebés tranquilos suelen ser bebés observadores y en los que predomina la prudencia. De ahí que si apreciamos el juego de Berta podamos darnos cuenta de esa curiosidad lenta y minuciosa que la caracteriza.

– El entorno de Berta también es pausado y tranquilo, lo cual le permite desarrollarse a su ritmo sin demasiadas estridencias. ¿Qué pasaría si en la vida de Berta aparecieran otros estímulos que despertaran su atención? Probablemente que contribuirían a desarrollar una mayor curiosidad y con ella oportunidades de más movilidad, ¿necesita ahora moverse para alcanzar lo que quiere cuando ya están papá y mamá para alcanzárselo?

– Y, lo último y más determinante. Las preocupaciones vitales de Eva y Luís, sus respectivos estados afectivos, sus necesidades actuales de expresar sus emociones, alteran ese clima de calma que hasta ahora ha caracterizado su hogar. Pero ¿es ello negativo para el desarrollo de Berta? La respuesta es un rotundo NO, todo lo contrario.  Acompañar ese momento permite que tanto Eva como Luís aprendan sobre sus propias emociones, de cómo gestionar el miedo, el enfado, la tristeza. También entender las necesidades de su hija y poder reconocer cómo esas emociones van a influir en las capacidades de Berta y el desarrollo de su autonomía.

FASES INICIO DEL LENGUAJE

Hablar del inicio del lenguaje es hacerlo de la relación madre-bebé. El llanto de un bebé es la primera expresión oral con que nos comunica su malestar pero también su único medio de llamar nuestra atención. Al llorar nos indica que tiene hambre, sueño, incomodidad térmica,… Sus lloros nos comunican que necesita compañía, consuelo,…

Un recién nacido puede reconocer sonidos y desde los primeros días la voz de mamá. Será a partir de sus propias experiencias que emita los primeros balbuceos. La sonrisa social que tiene lugar en los primeros meses y la imitación a los sonidos del habla de sus cuidadores son las características principales de la fase pre-lingüística que tiene lugar antes del año de edad. Durante esta fase el bebé se expresa con todo su cuerpo, tanto si ríe, llora, emite sonidos, lo hace acompañado de gestos y movimientos a los que deberemos poner palabras. De ahí la importancia del diálogo entre papás y bebé.

Emociones-desarrollo-marcha-lenguajeA partir del año, especialmente con el desarrollo de los músculos del aparato fonador se inicia, tal como explica la neuropediatra María José Mas, la fase propiamente lingüística. Es a partir de entonces que emite las primeras palabras sencillas y se inicia un lenguaje telegráfico que irá aumentando de manera progresiva en los siguientes años. En el segundo año, la comunicación se vuelve más compleja con la combinación de dos palabras (verbos, sustantivos y adjetivos), llegando a dominar unas 300 aunque pueda llegar a comprender casi 2000.

Es importante mencionar que no todos los niños desarrollan habilidades fonadoras de la misma manera, sí todos siguen una misma progresión natural en la que se suceden las diferentes etapas hasta el dominio del habla que se completa hacia los 5 años. En muchos casos, los ritmos entre la evolución del pensamiento y el desarrollo del habla en un mismo niño pueden presentar un cierto desfase por lo que se utilizan mecanismos de comunicación que compensan esa situación. Uno de los más frecuentes es la acción de señalar. Asimismo, cuando ese desarrollo del lenguaje se da en ambientes plurilingües puede darse una ralentización ya que cognitivamente deberá signar diferentes palabras para un mismo significante.

Cuando Eva y Luís consultaron por Berta no parecía importarles su nivel de lenguaje. Su hija apenas hablaba pero ellos sabían en cada momento qué necesitaba la niña. Lo cierto es que para comunicarnos no necesitamos el lenguaje oral y más cuando utilizamos una buena escucha activa pero sea como sea, necesitamos de la palabra para expresarnos y Berta no lo estaba haciendo. Otro detalle significativo es que no eran unos papás de muchas palabras y no dialogaban en demasía con su hija. Tampoco tenían demasiada facilidad para poner palabras a sus emociones. Si era así ¿tendría Berta mucho interés en decir sus primeras palabras? Parece evidente la respuesta.

EMOCIONES PRIMEROS 3 AÑOS

Las emociones son esenciales en los primeros meses del nacimiento. Sabemos que los circuitos neuronales que intervienen en el sistema emocional se desarrollan durante la gestación y que son los encargados tras el nacimiento de los procesos propioceptivos que permiten sentir placer y malestar. Si un bebé no reaccionara a la terrible sensación que causa el hambre no podría llamar nuestra atención y demandar su alimento. También todo aquello que rodea al bebé y que le es desconocido activa la alerta de peligro, a eso llamamos la emoción del miedo. Cuando un bebé llora y además de atenderlo ponemos palabras a ese malestar, estamos iniciando la comunicación y el lenguaje. Además, es importante hablar a los bebés porque al hacerlo facilitamos el proceso de mentalización y con ello las capacidades adaptativas  de prudencia y curiosidad.

Seguro que Berta ha sido una niña atendida y en la que se han puesto palabras a sus ansiedades pero en la que ha faltado una mayor estimulación sonora que propiciara las oportunidades de repetición. Tampoco ha tenido muchas posibilidades de explorar y activar su curiosidad con lo que el riesgo a ponerse en peligro ha sido escaso. Parece claro que el amor que sienten Eva y Luís por su hija conlleva un exceso de celo y sobreprotección que no permite que Berta conecte con sus propias emociones. Si no podemos conectar con el miedo no vamos a poder aprender a aprender. Hay que ser prudente para desarrollar la capacidad de observación pero también hay que ser curioso para poderse aproximar y conocer aquello que tememos.

La curiosidad es esencial para imitar los primeros sonidos y para fortalecer los músculos que permiten la exploración y el desarrollo psicomotor. Poco a poco, esa curiosidad dará paso a todo un mundo de experiencias entre ellas la exploración de todo tipo de objetos, es la etapa del pensamiento sensorio-motor en la que comienzan las primeras frustraciones. Seguro que son muchas las ocasiones en las que presenciamos ese juguete que se le cae y no puede coger de nuevo.  ¿Cuál es la escena que sigue a continuación? Lo más probable es que si el bebé no lo recupera en un breve espacio de tiempo rompa a llorar para reclamar nuestra atención y ayuda. Si no reaccionamos a esa petición se va a enfadar y esa es otra de las emociones clave de este período evolutivo.

La emoción del enfado se activa cuando conectamos con la propia impotencia. No obtener algo que deseamos porque no conseguimos realizarlo provoca nuestra frustración pero también activa todo el potencial del que disponemos para obtener lo que queremos. Y ahí lenguaje y desarrollo motor son habilidades que necesitan de muchos enfados.

En la historia de Berta hay un hecho llamativo, sus padres dicen que nunca se enfada ¿es eso posible? Ciertamente, la respuesta debería ser que no. Sin embargo, si no se enfada será porque tiene todo lo que necesita. ¿Qué ocurre cuando a Berta le cae uno de sus juguetes? Pues que no tiene que pedirlo porque papá o mamá se lo acercan de inmediato. Tampoco tiene que esforzarse en ir a buscarlo. Es decir, de seguir así poco va a esforzarse en hablar y ponerse de pie. Aprender a hablar, a ponerse de pie son acciones que requieren un cierto esfuerzo y mucha práctica. Si no repetimos una y otra vez a base de ensayo-error el avance será mínimo y poco sólido.

Con el contratiempo de su trabajo, Luís podía contactar con su propio enfado y entender que hacerlo le ayudaba a imaginar nuevas propuestas para su entorno laboral encontrando una buena solución. También enfrentar el miedo de compartir a Berta con otras personas, ayudó a Luís y Eva a ofrecer a Berta nuevas experiencias que enriquecieron a todos. Quedaba por gestionar toda esa tristeza que había dejado la muerte de la abuela y que se llenó de gratitud y amor cuando Eva pudo poner palabras para explicarle a Berta lo sucedido.

En pocos meses, Eva y Luís introdujeron cambios en sus actitudes y volvieron a ser felices especialmente viendo caminar a su hija.

Bibliografía:

– Gesell, Arnold. El niño de 1 a 4 años,  Ediciones Paidós, 1967

– Emanuel, Louise. Comprendiendo a tu hijo de 3 años, Paidós Nueva Clínica Tavistock, 2007