¿Por qué mi hijo llora? ¿Por qué mi hija grita y patalea sin motivo aparente? ¿Por qué los niños ríen? Las respuestas están en las emociones infantiles.
Preguntas como éstas parecen fáciles de responder si pensamos en las emociones infantiles. Pero, interpretar el comportamiento infantil es complejo porque solemos hacerlo desde nuestras propias emociones. Podemos decir que tu hijo llora porque tiene hambre. Tu hija grita y patalea porque sí, sin motivo aparente o porque no consiga aquello que tanto quiere. Y, los niños ríen porque son felices, ¿no?
Estas respuestas pueden ser correctas aunque los que sois padres sabéis que no siempre es lo que parece. Hemos explicado en otras entradas que el propósito de los niños al nacer, es ser felices. Ese propósito de mantener el estado de bienestar al que se han acostumbrado durante su periodo de gestación. Por ello, lo primero que hemos de saber que detrás de unos lloros, de un berrinche, de unas risas, lo que hay es la búsqueda y/o mantenimiento del bienestar.
Pero, ¿qué pistas tenemos para identificar las emociones que hay detrás de unos lloros, de una rabieta, de unas risas?
La pregunta, no por larga sino por compleja, es difícil de responder. Las emociones, en los niños pequeños, son las reacciones que activa nuestro organismo para indicarnos cómo impactan en nosotros los estímulos que nos rodean. A esas emociones las llamamos emociones primarias. Y las llamamos así porque tienen un carácter innato. Estas emociones son seis: el miedo, la ira, la sorpresa, la alegría, la tristeza y el enfado, más otras dos de carácter cognitivo que aparecen junto al pensamiento abstracto, la esperanza y la aceptación. Que sean emociones innatas, quiere decir que nuestro bebé cuando llega al mundo ya las trae, y son un tesoro valiosísimo. En el momento que se activa una emoción se genera una conducta que ayuda a expresarla y comunicarla. Hemos de saber que una de las funciones de las emociones es la comunicación. El bebé no sólo va a aprender de ellas para conocerse a sí mismo, va a aprender cómo compartirlas con nosotros, es su primer lenguaje. Ahí radica la dificultad, en que es un lenguaje que nadie nos enseña.
¿Qué aprender de las emociones infantiles?
Lo principal es conocer que detrás de un comportamiento siempre hay como mínimo una emoción. Si sabemos eso, podemos prestar atención al tipo de emoción o emociones que se esconden.
¿Cómo reconocer las emociones infantiles?
En primer lugar, no hemos de hacer falsas interpretaciones. Por ejemplo, existe la creencia que detrás de unos lloros hay enfado o tristeza pero, como adultos también sabemos que puede haber alegría o sorpresa.
A continuación hemos de prestar atención. Ello significa que hemos de poder escuchar las emociones sin confundirnos con las propias. En ocasiones interpretamos las emociones de los hijos por la reacción que producen en nosotros sin pararnos a reflexionar. No es lo mismo decirnos, como padres que “Juan llora de nuevo, quiere que esté con él” que “¿qué le está pasando a Juan para que llore de nuevo?”. El primer pensamiento nos puede alegrar o sacar de quicio según cómo nos encontremos anímicamente. El segundo nos centra en una actitud comprensiva, curiosa, atenta.
Si como padres aprendemos a calmarnos, podremos actuar desde la calma. Podremos identificar la naturaleza de los estímulos que están actuando. Sabremos qué hacer si nuestro bebé llora, actuar cuando nos monte una rabieta o cómo acompañar sus risas.
Ésa es la actitud para disfrutar de la apasionante aventura de ser padres y ésa es la clave para identificar las emociones de los niños.