La tristeza infantil aparece en los primeros meses de vida coincidiendo con el destete. De cómo se maneje este hecho se gestionarán en el futuro las situaciones de duelo.
Helena era una niña alegre y risueña hasta que un día cuando tenía 7 años dejó de comer, dejó de jugar, sus ojos perdieron brillo…
–¿Qué le pasa a mi princesa? –preguntaba su madre
–No sé mamá, sólo tengo ganas de llorar –respondía Helena
Nada parecía haber cambiado en la vida de Helena para que ella se mostrara tan triste. La mamá de Helena siguió preguntando, consultando a unos y otros en busca de remedio y explicación.
Una mañana Helena preguntó por su querida abuela.
–¿Por qué ya no viene a desayunar?
–La abuela ya no vendrá más mi princesa.
–¿Por qué, mamá?
La mamá de Helena no sabía responder, no porque no supiera que la abuela había muerto sino porque no sabía cómo explicárselo a su hija para no apenarla más.
En muchas ocasiones creemos que no compartir con los niños las malas noticias, los protege de ellas. Creemos que la tristeza infantil es una situación que debemos evitar a toda cosa. Todo lo contrario, en el caso de Helena aunque pareciera no haber cambiado nada en su vida sí lo había hecho. No sólo la nostalgia por la ausencia de su abuela le estaba afectando, también lo hacía el no saber el porqué producía en ella sentimientos contradictorios.
¿Cómo afrontar con los hijos las pérdidas? ¿Les protegemos al ocultarles situaciones penosas?
Las pérdidas, las situaciones penosas, la tristeza infantil forman parte de la vida. Es inevitable la pérdida, es inherente al crecimiento y ocurre desde el momento mismo del nacimiento. Al nacer el bebé pierde su vida dentro del útero. Y, en los meses siguientes deberá aprender a renunciar a situaciones placenteras para poder avanzar.
Una de las primeras pérdidas a las que el bebé deberá enfrentarse es el destete. El amamantamiento para bebé y mamá es mucho más que el momento de la alimentación. Un tiempo en el que ambos recuperan ese contacto íntimo mantenido durante nueve meses de gestación y se convierten, nuevamente, en uno. Es en ese paso a la alimentación complementaria, a la autonomía e independencia cuando el bebé puede presentar conductas regresivas y aparecer problemas para dormir, para comer… Entonce aparece la tristeza infantil, un proceso natural que es necesario que tenga lugar.
Como adultos, es importante que conozcamos y seamos sensibles a la tristeza infantil y a los procesos depresivos del crecimiento para ayudar a los peques a aprender de la experiencia. Si podemos transmitirles también nuestra tristeza, explicarles que lo que ocurre es bueno, se sentirán seguros haciéndose tan mayores como papá y mamá. Comprender, tolerar y acompañar su emoción, son todas ellas acciones que favorecen, de manera adecuada, su desarrollo.
Cuando la madre de Helena pudo entender la tristeza de su hija y conectar con su propia tristeza, por la muerte de la abuela, supo cómo responder a su hija y acompañarla en su pena. De esta manera atendió y fomentó su salud emocional.